Al enfrentarse a una historia con duración delimitada y muy breve (como suele ocurrir en los concursos de cortometrajes que ahora abundan en Internet) aparece con frecuencia una pregunta que a veces puede llevar al hastío a cualquiera. ¿Cómo contar mucho en poco tiempo? Por escasa que sea la duración del corto, siempre se puede conseguir hilar una narración convencional. Pero la propia limitación de tiempo abre otros caminos por los que se puede narrar desde ángulos diferentes.
En los cortometrajes la metáfora tiene una cabida especial, pues en metrajes reducidos se conserva mejor su fuerza y se puede estructurar mejor una historia partiendo de ellas. A partir de un planteamiento simbólico, se puede potenciar el mensaje y darle un mayor atractivo.
Las metáforas pueden abarcar todo tipo de contenidos, si bien pueden ser desde un objeto hasta una dimensión o una idea. Su rol narrativo se puede escoger libremente, aunque con mucho cuidado ya que es clave a la hora de desarrollar el relato (no será lo mismo si la metáfora sea un personaje o una lámpara de adorno).
La metáfora funciona cuando se plantea como un concepto definido, cuando sugiere una idea y la expresa de forma artística. No es un pegote que se coloca para el lucimiento. Por ello, es fundamental que su conexión con los elementos tanto del guión como técnicos o de puesta en escena sea milimétrico. Cualquier fallo puede despistar al espectador. Los cortos metafóricos conllevan siempre un enorme factor riesgo, porque nunca es seguro que el contenido conceptual conecte con el público tal y como el autor quisiera.
Aquí dejo un cortometraje finalista en Notodofilmfest, Los Supermartínez de David Valero Simón. Una apuesta atrevida ejecutada con mucho rigor. Todo un ejemplo de cómo llevar la metáfora a la pantalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario