Blog de análisis y escritura de guión cinematográfico

viernes, 22 de abril de 2011

Uncle Boonmee recuerda el cine experimental


No se puede buscar coherencia en esta película. No al menos coherencia narrativa tal y como viene definida en los cánones habituales del cine. Quizá sí se pueda encontrar un discurso coherente subyaciendo debajo de la neblina de una trama difusa, diluido sobre una amalgama de simbolismos y metáforas dispuestos para provocar una sugestión sensorial o emocional que esquive en todo momento cualquier atisbo de racionalidad. La película de Apichatpong Weerasethakul juega a abrir caminos y a no cerrar ninguno, y eso es lo que rompe la lógica, lo que aparentemente disuelve la coherencia.



El film es, como su autor lo ha definido, un ejercicio de 'Open Cinema', cine abierto, sin límites ni fronteras de convención. El contenido evoca sin explicar, y el espectador interpreta y asimila sin inferir en argumentos. He aquí lo que considero como la esencia del cine experimental: Más allá de la idea del film como "experimento" donde el realizador explora y reinventa nuevos patrones artísticos, la base de este género cinematográfico es la concepción de un producto que el espectador deba probar, examinar y completar. En definitiva, el público también debe "experimentar" la película, darle un sentido propio y construirla desde lo abstracto y emocional.

Y a partir de estas premisas, ¿vale todo?. No. Para que haya cine debe existir narración, de una u otra forma. La materia conceptual debe estar unida siempre a una historia. De lo contrario, estaríamos hablando de videoarte u otros formatos de creación audiovisual. La forma de darle la vuelta a esa gran regla de oro es, como en el caso de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, una de las grandes motivaciones para este tipo de cine. A partir de aquí todo vale.




Este es el juego que propone Weerasethakul, un ejercicio que cabalga entre el cine surrealista y fantástico en busca de la conciencia existente entre lo real y lo místico. La unión entre estos dos mundos es la enfermedad de su protagonista Boonmee, que está al borde de la muerte sufiriendo problemas renales. Este es el nexo necesario que justifica el aluvión de cine simbólico durante 113 minutos. Un mero pretexto, un Macguffin que contextualiza el contenido para que pueda transcender más allá. Aquí se genera la trama y se comienza a construir.




Su lentitud, su incoherencia o su lirismo casi desmedido entroncan con una apoteosis visual y conceptual que va en busca del límite de lo sensible, allá donde esta frontera choca con lo reflexivo. Y en ese punto, la mente del espectador mastica y paladea cada fotograma. Aquí es donde empieza la "experiencia". O quizá sea donde acabe. Ni idea, porque cada persona experimenta a su manera.

1 comentario:

  1. muy buena la descripción, muy util. muchas gracias por compartirla.

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